Oquedad de placer
Para Para los Viernes creativos
Aquel día sentía mis ojos como ciegos, mi boca muda, me faltaba el aire y me pesaba el silencio.
Jorge Javier se acercó a mi.
Me acarició sensualmente la espalda.
Sus manos descendieron con lentitud hacia mis nalgas y… ¡um! —me susurró.
—Menos mal que has dejado mi preferido sin tapar.
OQUEDAD DE PLACER
Aquel día sentía mis ojos como ciegos, mi boca muda, me faltaba el aire y me pesaba el silencio.
Jorge Javier se acercó a mi.
Me acarició sensualmente la espalda.
Sus manos descendieron con lentitud hacia mis nalgas y… ¡um! —me susurró.
—Menos mal que has dejado mi preferido sin tapar.
Comentarios