La escultura de la araña de Bourgeois impresiona. Aún más si se analiza el simbolismo que representa.
Dicen que la autora la creó como homenaje a su madre que era tejedora. La llamó Mamá.
Debajo de sus gigantescas patas uno se puede sentir pequeño.
Alzar la mirada y ver la inquietante bolsa de huevos adheridos a su abdomen, resguardados con celo posesivo de madre, que no solo defiende, sino que también atrapa ofuscadas presas en su pegajosa red; que nutre y engorda su ego engreído, agazapada en esquinas, maquinando trampas; que teje un capullo con hilo de seda frágil y a la vez capaz de trenzar hebras turbadoras, fuertes como barrotes de cárcel que capturan inocentes.
El día que la vi, me inventé un verbo: telarañar. Y como tela de araña, mi verbo conjuga acciones, y me consta, que muchas no son a tiempo pasado sino presente.
Cuando el ser humano con su trampa, atrapa incautos, trama insidias y renta sinsabores, está telarañando.
Por eso yo telaraño, tu telarañas, el telaraña... todos telarañamos.
La araña de Bourgeois me inspiró un relato de 100 palabras que quedó finalista en Wonderland en junio de 2015
Puedes leer LA ARAÑA DE BOURGEOIS EN ESTE ENLACE AQUÍ
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Verbo telarañar no existe en RAE
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