Ir al contenido principal

Aguijón letal


El niño, sentado al borde de la piscina, me mira.

—Chapotea hijo, chapotea si te gusta.- le digo.

El agua salpica el parterre repleto de margaritas llenas de avispas ávidas por libar el néctar. 
Revolotean entre sus hojas. Oigo su zumbido. Se aproximan. Las sigo con la mirada sin inmutarme.
Mi marido, que descansa en la hamaca contigua profiere un grito de dolor. 
Simulo que estoy profundamente dormida.
Esta vez la reacción anafiláctica no se hará esperar.


Comentarios