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Xilografia de Enric C Ricart Nin |
𝕰𝖓 𝖚𝖓 𝖑𝖚𝖌𝖆𝖗 𝖉𝖊 𝖑𝖆 𝕸𝖆𝖓𝖈𝖍𝖆...
—Bienvenido seáis Don Alfonso Quijano ¿Qué tal por los campos de Castilla? ¡Ufff! Quitaos por Dios la armadura que debajo de ese peto oléis a perro. Acercaros después al corredor porticado que dispondré de un arrimadero para vuestro descanso, mientras avisaré a los músicos que toquen la chirimía, el laúd y la vihuela para vos.
—¡Ay princesa y señora universal del Toboso! mi Dulcinea, si vos tuvierais las ganas mías de estrujaros no sería menester quitarme la armadura ni os atufaría la peste acumulada en el camino.
Vuestra merced ha de saber que he atravesado un mar dorado de trigo, que he luchado contra aspas de veleros gigantes como molinos, que sentado en la albarda de Rocinante perdí los estribos más de una vez y estoy deslomado.
Vengo tan roto que si no llega a ser por el morrión y el espaldar que me protegen no hubiera podido llegar para veros.
Acérqueme por Dios señora el botijo de agua, que vengo seco, con la bota vacía desde Quintanar de la Orden.
__ He dicho, Don Alfonso, que os despojéis de la armadura. Hay agua en el aljibe, para beber y para asearos.
__ ¡Oh doncella exigente!
Acérqueme por Dios señora el botijo de agua, que vengo seco, con la bota vacía desde Quintanar de la Orden.
__ He dicho, Don Alfonso, que os despojéis de la armadura. Hay agua en el aljibe, para beber y para asearos.
__ ¡Oh doncella exigente!
¡Agora me libre Dios del diablo!
Lo que vuestra merced mande con tal de faceros contenta si después podemos vernos frente a frente para fablar de las buenas nuevas que traigo para vos.
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Leyendo el Quijote me doy cuenta que los tiempos no han cambiado nada. Cuando llego del taller mugriento y sudado, mi mujer recoge mi mono como si estuviera apestado, no me mete a mí en la lavadora de puro milagro pero me envía sin contemplaciones a la ducha…
𝖘𝖎𝖓 𝖉𝖚𝖉𝖆 𝖆𝖑𝖌𝖚𝖓𝖆.
𝖁𝖆𝖑𝖊.
𝕱𝖎𝖓.
𝕱𝖎𝖓.