Cuidado con las castañas amargas
CASTAÑAS AMARGAS A la fiesta de Halloween, tradición importada de Canadá, EE UU y Reino Unido (es por eso que no me gusta), el día de brujas, el 31 de octubre de este año, acudieron al teatro parental, de teloneros, unos personajes variopintos: los auténticos. Esos a los que no les hace falta vestir ningún disfraz especial, porque ya llevan la máscara de hipócritas que les identifica en la propia figura que lucen y en sus actitudes. Seres pertenecientes a la secta ocultista que practican magia negra. Ocultistas, porque tapan sus vergüenzas de puertas adentro y negra es su magia porque con ella lanzan sus hechizos demoníacos de puertas afuera. Ella, una bruja de pelo azabache, diente de oro y nariz verrugosa que con su voz de cazalla hace conjuros y tira el mal de ojo con palabras envenenadas. Y él, un demonio fracasado, que ni la cola le funciona en sus encuentros carnales, que ha pasado a ser objeto subordinado y se arrastra en sus propias miserias. Calabazas es lo que se merece