Una primavera extraña 2020 Video
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Video realizado por Anna Jorba Ricart
Acabo de abrir la persiana.
El cielo está plomizo.
Empiezo a escuchar un repiqueteo de gotas sobre las hojas del naranjo.
Antes enseguida me llegaba el aroma a tierra mojada del jardín, pero desde que el impertinente vecino lo asfaltó, esta sensación ha pasado a ser una vivencia más, que descansa en el saco del pasado, como lo fue la buganvilia morada, el perfume del jazmín o la palmera…
Hace frío.
Necesito que el velo de lluvia modere el estrago que me causa no ver a nadie, y sentir tanta desolación.
Los mirlos revolotean. Su presencia inconfundible me resulta familiar y han vuelto los pajarillos que gorjean alborozados. He visto una urraca con su plumaje blanco y negro y larga cola. Ella me parece una metáfora de lo que hoy es la vida: de color blanco y negro, pasando por el gris y una larga cola de interrogantes en espera de que llegue su respuesta y ceda la incertidumbre.
Es temprano.
Siempre me ha gustado escribir en el silencio o con música escogida, para atenuar el sonido intruso del vecindario que se cuela por las paredes: los ronquidos de aquel, la tos del otro, el volumen alto de una tele, un niño llorando, el timbre del interfono o el runrún del ascensor…etc.
Estos ruidos me parecían un disturbio hasta hoy, que me he dado cuenta que en mi pretendido silencio los busco y los necesito, para saber que todavía aún hay vida a mi alrededor.
Dedicado a todos en recuerdo de la pandemia del coronavirus que sufrimos en la primavera tan extraña de 2020.
Y mi agradecimiento a todos mis compañeros de profesión, que estuvieron en primera línea y entregaron su vida por los demás.
El cielo está plomizo.
Empiezo a escuchar un repiqueteo de gotas sobre las hojas del naranjo.
Antes enseguida me llegaba el aroma a tierra mojada del jardín, pero desde que el impertinente vecino lo asfaltó, esta sensación ha pasado a ser una vivencia más, que descansa en el saco del pasado, como lo fue la buganvilia morada, el perfume del jazmín o la palmera…
Hace frío.
Necesito que el velo de lluvia modere el estrago que me causa no ver a nadie, y sentir tanta desolación.
Los mirlos revolotean. Su presencia inconfundible me resulta familiar y han vuelto los pajarillos que gorjean alborozados. He visto una urraca con su plumaje blanco y negro y larga cola. Ella me parece una metáfora de lo que hoy es la vida: de color blanco y negro, pasando por el gris y una larga cola de interrogantes en espera de que llegue su respuesta y ceda la incertidumbre.
Es temprano.
Siempre me ha gustado escribir en el silencio o con música escogida, para atenuar el sonido intruso del vecindario que se cuela por las paredes: los ronquidos de aquel, la tos del otro, el volumen alto de una tele, un niño llorando, el timbre del interfono o el runrún del ascensor…etc.
Estos ruidos me parecían un disturbio hasta hoy, que me he dado cuenta que en mi pretendido silencio los busco y los necesito, para saber que todavía aún hay vida a mi alrededor.
Dedicado a todos en recuerdo de la pandemia del coronavirus que sufrimos en la primavera tan extraña de 2020.
Y mi agradecimiento a todos mis compañeros de profesión, que estuvieron en primera línea y entregaron su vida por los demás.