Siempre quise ser artista
Por las noches me voy con Mozart. Es un placer tocar con él. Nos marcamos a cuatro manos sonatas, minuetos y fantasías. Un jolgorio de notas con las que disfruto intensamente. Por los pasillos del cosmos ayer me encontré con mi padre. Nos dimos un fuerte abrazo. Sentí la calidez de su beso. Seguía llevando en el bolsillo de su americana, la misma foto que le encontré en la cartera el día que murió. Me emocioné de nuevo. Una foto mía de niña, en blanco y negro, en la que llevo en mi mano izquierda la palma, posiblemente antes de bendecirla en Semana Santa. Estaba recién operada de estrabismo y llevaba gafas con cristales de aumento. Sería domingo de Ramos y debieron de quitarme el parche que en ellas me ponían, tapándome un ojo, a días alternos, para ejercitar mi vista vaga. En aquella foto siempre le parecí muy tierna y a mi siempre me pareció horrorosa. Pero desde que la encontré en su cartera, impregnada de él, cerca de su corazón, me la quiero mucho. Hoy vendrá al auditorio. Sab