
TELARAÑA DE FALSEDAD
La mentira de retorcida lógica, tejida en complicidad a nuestras espaldas, ha roto los hilos invisibles que sostenían nuestra relación. Es una semilla de discordia plantada en el jardín de la confianza que hoy se desvanece. Sus palabras y sus sonrisas me parecen una máscara grotesca. En consecuencia, el frío será para ellos más amargo que el dulzor de su engaño. La decepción que sentimos, como una convulsa sacudida, hace que nos apartemos de la gente tóxica.
Un día, el silencio se instaló, pesado e inquebrantable, sin discusiones ni altercados, hasta quedar solo el eco de lo que al principio fue y no volverás a ser. La telaraña de falsedad que construyeron los atrapará a ellos mismos, un nudo inextricable de sus propias decisiones, mientras nosotras intentaremos respirar un aire nuevo, más puro, aún con el sabor amargo que nos ha quedado grabado.
Ellos saben lo que han hecho, saben el porqué lo han hecho, pero no tienen ni idea de lo que han perdido haciéndolo.
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Ahí estaban con su cordialidad y su ayuda complaciente. Aunque a veces se palpaba algo que no encajaba en el puzzle de nuestra relación, como sombras alargadas de verdades a medias o de planes que no llegaron nunca a hacerse realidad, confiábamos en sus palabras melosas y en sus abrazos francos. Creíamos que la lealtad era nuestra divisa. Un día, una verdad se nos desveló, sin buscarla. No nos agradó. No era solo que nos ocultaran algo; con aquella acción provocaron un cambio en nuestro trato frecuente, convirtiéndolo en una sucesión de silencios prolongados. El aire se hizo denso. Aquellos lazos que sentimos se deshicieron como arena entre los dedos. Sus sonrisas nos parecieron menos sinceras y se disolvieron entre la indiferencia. Se habían tejido hilos invisibles de una red, que al principio nos atrapó con gusto, pero al final nos llenó de contrariedad por la manipulación. Ahora quedaba el eco hueco de lo que creímos que era. El desencanto se posó sobre nosotras como una niebla fría; aquella rareza de su ocultación no la entendimos. ¿Por qué razón pensaron que nos entrometeríamos en su espacio? No había respuesta que pudiera sanar esa fractura, solo la lección de que hay distancias que no se miden en kilómetros, sino en la profundidad de la incomprensión. A mí me será difícil de asimilar, pues ofrecí mi trato con generosidad, y me retorna una amarga decepción al sentir la confianza traicionada.
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