El Salvador de la catedral


EL SALVADOR DE LA CATEDRAL

Caminaba sumida en mis pensamientos, ajena al frío que calaba mis huesos. El viento ululaba entre las piedras de la muralla ecos de leyenda como un fantasma trasnochado. La ciudad con su aura medieval me envolvía en un silencio sepulcral. Me detuve frente a la catedral de imponente fachada perfilada en el cielo plomizo. Sentí un escalofrío, una presencia invisible que me observaba. Volví la mirada y vi la figura de un caballero con armadura resplandeciente. Le sonreí como si lo conociera de siempre. Él me devolvió la sonrisa y comprendí que no estaba sola, que nunca lo había estado. 


Psd: Coral

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Laurel. La calma perenne





Laurel. La calma perenne

En el pavimento gris de nuestro ático, te alzas erguido y sereno en una humilde trinchera de barro cocido. Observas el ir y venir del mundo con esa calma que solo las hojas perennes conocen. Unos han buscado en ti la sombra en la canícula andaluza y otros han tejido coronas victoriosas con tus ramas. En nuestra casa, tu aroma nos transporta a cocinas antiguas, a guisos lentos cargados de tradición y a remedios caseros beneficiosos para la salud. Resistes al viento que a veces azota con fuerza, resguardado por el muro de la salamandra. Tu cuidadora nutre tu tierra sedienta en un ritual silencioso, un vínculo entre el agua y la vida que crece bajo su cuidado. Se sonríe y te habla. Tú le ofreces tu fragancia evocadora porque te hace sentir el rey del universo. Bajo el suave resplandor del sol nos es grato contemplarte, en esos instantes de paz con suspiros verdes del atardecer andaluz.


Olivo. Tu quietud sabia

Olivo. Tu quietud sabia

Has llegado a una maceta, traído desde las entrañas de esta tierra andaluza. Tus hojas plateadas susurran secretos al viento y sostienen el rocío de la mañana. En tus ramas el sol dibuja filigranas doradas y en nuestra terraza te has curtido y has echado raíces firmes, testarudo como tus hermanos que pueblan la campiña cordobesa. Has sobrevivido al sol de justicia del verano lucentino y a su frío invernal, aferrándote a la vida con una quietud sabia y con la fuerza silenciosa de la naturaleza. Frente a ti, la Subbética. Tal vez añores sus campos, pero vives, lleno de amor, en nuestro rincón urbano de belleza sencilla. Respondes repleto de perlas como promesas, y sabemos que no te brotarán aceitunas. Eres, para tu jardinera, un pedacito de sus orígenes y el recuerdo de sus historias ancestrales. A mí me pareces más que una planta, un pedazo de hogar, un latido verde que palpita en Lucena.





Limonero. Un nuevo comienzo


Limonero. Un nuevo comienzo

El limonero en nuestra terraza había llegado mustio y silencioso. Sus hojas, opacas, parecían resignadas al exilio urbano. Ella lo regaba con mimo, hablándole en voz baja de la luz andaluza que pronto lo sanaría. Una mañana, un resplandor de topacio despuntó entre el verde apagado. Luego otro, y otro más. Promesas ácidas colgando como lágrimas de sol. Hoy, sus ramas vibran con el zumbido de las abejas y el aire tiene aroma de azahar. Nuestro limonero, un corazón verde y amarillo, me recuerda la tenacidad de la vida y la magia de un nuevo comienzo, justo aquí, en nuestra terraza abierta al cielo de Lucena.






Contigo siempre




Tantas risas compartidas se desvanecieron con el tiempo, convirtiéndose en ecos lejanos en un pasillo vacío. Signos de un olvido premeditado: mensajes sin respuesta, el teléfono mudo de incómodos silencios que, al romperse, se llenan de excusas vacías, ampliando la magnitud de su indiferencia. Amistades convertidas en sombras, estrellas fugaces, hermosas en su momento, pero efímeras, que ni siquiera la nube de su recuerdo me cobija, porque tras sus máscaras no había nada. 
La verdadera amistad no conoce reproches ante la distancia, resiste el transcurrir del tiempo y se convierte en un refugio constante.
Y en la quietud de la noche, ajena a todo, comprendo que la única compañía fiel es mi propia sombra, unida a la tuya. Tu amor diáfano, tus murmullos en el viento, tus risas, tus cantos, tus caricias de manos trabajadas, tu alma curtida por heridas grabadas como fósiles en tu memoria. 
Contigo, deseo cruzar cada amanecer, el puente donde el tiempo se detiene y el amor se vuelve eterno.




6 abril de 2025

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