DE ODIOS Y RENCORES
La ira que has vertido la llevas dentro. Es a ti a quien lastima.
AMENAZA LETAL
La emboscada era reunirnos de año en año. Nos convertíamos en un polvorín a expensas de una chispa que, a la más mínima discrepancia, nos hacía explotar. Desde tu frente descargabas reproches, insultos, descalificaciones, y desde el mío, intentaba con prudencia contener los ataques, hasta que las lágrimas me inundaban por dentro. Un desmantelamiento en el reducido espacio de mi casa, proporcional al tono cada vez más crispado de tu voz. Durante años fui prisionera en mi encorsetada familia. Necesitaba librarme del lastre de tus odios y rencores mal resueltos, pero no tenía la valentía suficiente para cambiar el plan de operaciones. Por sorpresa, sufrí una aniquilante ofensiva desde tu unidad de mando. Me disparaste un proyectil verbal tan cargado de ira al decir: "La mierda de tu casa me la limpiaré en el felpudo al salir", que fue el tiro de gracia que puso fin a la contienda. Para mí, el salvoconducto que me liberó de tu intolerancia, de tu tiranía, de tus desprecios, de tu misoginia y de tu homofobia.
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CÍRCULO VICIOSO
y tú. (qué pena, llevas mi sangre).
PARENTELA
Transportes "El Veloz" Destino: a la mierdaEL ABISMO DEL OLVIDO
APARIENCIAS
El marido, un eterno enamorado, subyugado y arruinado, a la hora de los postres entregó el regalo a su mujer: una sencilla pulsera plateada. La cara de ella se fue transformando, de la extrañeza a la decepción, y de esta al fastidio, al rechazo, al rebote y al ataque.
—¿Qué es esto? ¿No has encontrado otra cosa mejor para regalarme?
El marido miró cabizbajo a su mujer.
Todos nos dimos cuenta de que el regalo era simple para lo que estaba acostumbrada a recibir. Ambos eran amigos de ostentaciones.
Paciente, el hombre escuchó los improperios habituales en ella, se levantó y sacó de su bolsillo un estuche de joyería, que fríamente le entregó.
En su interior, una pulsera de oro macizo. Ella sonrió satisfecha.
No sé si quiso hacer una broma, si quiso provocarla o si no tenía intención de regalarle aquella cara pulsera y poder devolverla a la joyería, de haber tenido su mujer otra reacción más tolerante.
Yo sabía que estaba cargado de deudas, entre otras cosas porque a mí no me pagaba, aunque ya me había pasado algo parecido en otras ocasiones, como cuando compró una moto a su hijo y a mí no me devolvía lo que antes le había dejado.
Son de los que disimulan, que viven de puertas afuera, haciendo más de lo que pueden.
Así están llenos de deudas.
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