Amenaza letal
Nos convertíamos en un polvorín a expensas de una chispa que, a la más mínima discrepancia, nos hacía explotar. Desde tu frente descargabas reproches, insultos, descalificaciones, y desde el mío, intentaba con prudencia contener los ataques, hasta que las lagrimas me inundaban por dentro.
Un desmantelamiento en el reducido espacio de mi casa, proporcional al tono cada vez más crispado de tu voz.
Durante años fui prisionera en mi encorsetada familia.
Necesitaba librarme del lastre de tus odios y rencores mal resueltos, pero no tenía la valentía suficiente para cambiar el plan de operaciones.
Por sorpresa, sufrí una aniquilante ofensiva desde tu unidad de mando.
Me disparaste un proyectil verbal tan cargado de ira al decir: la mierda de tu casa me la limpiaré en el felpudo al salir, que fue el tiro de gracia que puso fin a la contienda.
Para mi, el salvoconducto que me liberó de tu intolerancia, de tu tiranía, de tus desprecios, de tu misoginia y de tu homofobia.