Aquel año me escapé unos días sola para estrenar un apartamento y desconectarme del trajín de la ciudad. Rodeada de árboles y sin ruidos necesitaba dormir a pierna suelta en mi primera noche. No sabía que, como sonido de fondo, tendría los gemidos de un atrevido encaramado a una rama de árbol cercana a la terraza. No dormí ni una hora seguida. Al amanecer, ideé un artilugio desde la barandilla de la terraza hasta el árbol con el palo de la fregona atado a continuación al cepillo de barrer, a modo de puente, para invitar al causante de mis desvelos a pasar a mi casa. Asustado e indefenso, tras varios intentos fallidos, aceptó la amable propuesta y por fin, recorrió el puente que le llevaría hacia mi. Su salvación. ¿Quién iba a decirme que así entraría en mi vida aquel diminuto ser cariñoso que tendría por compañía? Me encantó sentir el runruneo y el calor de su pelo en mi cuello. Como en toda relación, hasta conocerse mejor, sobrevienen las dudas, y yo...
Anna Jorba Ricart es Aurora Hildegarda. En el límite de la realidad y de la ficción. Tu espacio para descubrir autenticidad.