MI PADRE, MI MAESTRO
Cuando le respondí que quería estudiar abogacía para tener fama y ganar dinero como él, su semblante cambió.
Mi respuesta le pareció una zarandaja del pensamiento. Simple y banal. Me instó a reflexionar con una perorata de las suyas:
— Ser aspirante a la abogacía es ir más allá de la teoría que se estudia en los libros, algo más profundo. La abogacía es una vocación. Defender en el desarrollo procesal, con absoluta transparencia, la independencia y la objetividad. Si esto no lo entiendes, desiste de tu decisión.
No solo me embebí de la técnica, también de la disciplina, y sobre todo de la abogacía como arte, el arte de ser mejor persona. Llevo sus palabras dentro, en el disco duro de mi corazón. Sentada en su butaca, frente a su mesa, en su mismo despacho y con su misma honradez.
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FINALISTA del Concurso de Microrrelatos de Abogados del mes de marzo 2016