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Acróstico para ti, Música Lenguaje universal

ACRÓSTICO PARA TI


Me gusta tu lenguaje universal.
Una constante que acompaña mi vida.
Siempre caminas a mi lado.
Impregnas situaciones, palabras, recuerdos.
Contigo la felicidad está servida. 
Amiga de mis tristezas y melancolías.

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LA MÚSICA LENGUAJE UNIVERSAL

Se ha manifestado en incontables formas, como un reflejo multifacético de la humanidad misma, tejida en melodías que atraviesan el tiempo y las fronteras, guiando los corazones a través de todos los rincones del alma. 
La música, esa maravilla que se despliega en la suavidad de lo clásico, en la rebelde vibración del rock, en el crisol de la salsa y el pop, en la sintética expansión de lo electrónico. Es un río sin fin de sonidos que nos envuelven, nos desafían, nos consuelan. 
Es la música popular, que vive en las calles y en las plazas, en las voces de los pueblos que narran su historia con un ritmo que es canto y memoria. Y es también la música culta, susurrada en los salones donde los dedos bailan sobre el piano, donde las cuerdas de un violín elevan el alma, como si cada nota fuera una oración dedicada a la belleza inalcanzable. En su vasto repertorio, la música se convierte en espejo de la tradición, en guardiana de las costumbres, de las huellas de nuestros ancestros. La música de nuestros pueblos, que sin saberlo, nos cuenta quiénes somos y de dónde venimos. Música que vibra en el corazón de cada nación, que lleva consigo el perfume de la tierra, la nostalgia de los días pasados, la melancolía de los amores perdidos. 
Es una amiga fiel, capaz de arrancarnos una sonrisa o de invocar la lágrima perdida. 
Porque la música, en su vastedad, no solo nos acompaña en la alegría, sino que se hace eco de la tristeza, del dolor callado, de la incertidumbre. Y, sin embargo, incluso cuando su tristeza se apodera de nosotros, cuando sus acordes parecen recordar lo que fue y ya no es, nos abraza con su abrazo silencioso, recordándonos que no estamos solos. Que en la tristeza también hay belleza. 
En estos tiempos inciertos, cuando el viento de la vida parece azotar con más fuerza, hago una pausa para escucharla, para rendirme una vez más ante su poder. ¿Cómo no dedicarle un homenaje a ella, a la música que no pide permiso, que entra en nuestra vida sin más, para teñir de colores lo que parecía gris? 
Es la que, en las noches de desvelo, se convierte en refugio; en los días de tormenta, en esperanza. La música no entiende de barreras, de límites, de tiempos. Se erige como un lenguaje que, más allá de las palabras, penetra en lo más profundo de nuestro ser. Hoy, como siempre, la música está ahí, dispuesta a mostrarnos que, aunque el camino sea incierto y la oscuridad nos rodee, siempre habrá una melodía para guiarnos hacia la luz. No permitamos que se detenga, que la música pare. Porque cuando la música cesa, la vida se vuelve incompleta. Y mientras haya una nota, mientras haya una cuerda por rasgar, un viento por soplar, la música continuará, eterna, viajera, fiel.


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