Fugacidad
“Cada pensamiento que te nombra se torna ceniza antes de pronunciarse.”
Reflexión personal:
Eres real, pero habitas en un sueño del que no quiero despertar. Vuelo hacia ti sin que tú vengas, como si la distancia no fuera espacio, sino un suspiro que se escapa entre mis dedos.
¿Qué darías por saber lo que pienso? Tal vez nada, tal vez todo, porque en mí estás y te pierdes al mismo tiempo.
Eres una chispa que roza la eternidad pero no la alcanza.
Eres: nada, y sin embargo lo eres todo: luz y sombra, silencio y grito, presencia y ausencia que me sostiene.
Y mientras te busco en el borde de lo imposible, entiendo que lo que amo no es tu forma ni tu voz, sino la certeza de tu inexistencia.
Es tu fugacidad como un vino añejo que se derrama sobre la mesa de mis días, y yo, prisionera, contemplo tu ausencia como se disuelve el vino entre los pliegues del mantel y en los recovecos de mi memoria. Como escribió Rainer Maria Rilke, "la ausencia puede ser un testigo más fiel que la presencia, y en la fugacidad del instante se encuentra la eternidad.”
Tú eres ese instante, un espejismo de certezas que se escapan apenas intento aprehenderlas.
Cada pensamiento que te nombra se torna ceniza antes de pronunciarse; cada deseo que te busca, es sombra que se deshace, eres un silencio prolongado, una música que solo yo escucho.
Te imagino y desapareces, te nombro y el eco se extingue, y aún así, te venero, te persigo en la geografía de lo que nunca fue.
Cuando finalmente comprendo que eres todo fugacidad, que en ti se concentran mis tiempos perdidos, descubro, que nunca exististe, que eras solo la proyección de un futuro sin memoria.
Entonces mi alma reposa en un sueño reparador.
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El colmo de la fugacidad. Reflexión sobre las redes sociales:
Mi pensamiento sugiere definir a Facebook como un “Teleprompter” que avanza tan rápido que una noticia aparece y, en segundos, se desvanece. Unos debajo de otros vamos desfilando con nuestras novedades. Queremos compartir instantes y lo hacemos de inmediato; dejamos en pantalla una aportación y dura lo que tarda un párpado en cerrarse. Aquello que creemos importante se diluye entre lo que los demás consideran relevante, y los temas van descendiendo ordinalmente, más, más, más… hasta perderse en los abismos digitales.
Tu amiga sube a Facebook la noticia de que acaba de publicar un libro; la ves en la pantalla y, mientras te levantas a buscar un refresco, la noticia ya se ha hundido en lo más profundo del feed. Esta fugacidad me recuerda a Heráclito: “Todo fluye, nada permanece”. Y también a Borges, quien en su ensayo sobre el tiempo y los laberintos señalaba que la memoria es una biblioteca que se desordena continuamente: lo que parece importante hoy puede mañana no ser más que un nombre perdido entre infinitas páginas.
Siento que las noticias en Facebook y Twitter son efímeras como las hojas que el viento arrastra en otoño. Se publica esto o aquello, voy aquí o allá, fulanito ha escrito, menganito ha publicado, no te pierdas lo de sutanito, fotos de hoy y de ayer, un evento aquí, una invitación allá, frases ingeniosas, escucha esto otro, me gusta, me gusta, me gusta… ¡buff! ¡Qué ajetreo lleva el facebuque!
Creemos que estamos más comunicados que nunca gracias a la inmediatez, pero nos acercamos más bien a la ilusión de comunicación. Montaigne escribió que el hombre moderno vive rodeado de voces, y sin embargo muchas veces no escucha ninguna. Tal vez, como él sugería, nuestra verdadera conversación ocurre en la profundidad del pensamiento, no en la superficialidad de los clics. El “me gusta” es un aplauso efímero que no sustituye la resonancia de la reflexión ni la permanencia de la memoria.
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