Una rima dedicada
Es difícil rimar con Esmeralda.
Me vine al pensamiento la palabra Giralda,
Gracia ya tienes, niña,
Sobre todo en la sonrisa
que en tu boca luce como guirnalda.
Mujer entregada, compañera, amiga,
bella por dentro
y por fuera, guapa,
con el aire elegante y fino
del arrebol de tu cara hasta el pliegue de tu falda.
Más difícil es rimar con Jesús.
Me viene el pensamiento la palabra… Nada.
Me daría más juego, más son, la palabra conexión,
Petición o decisión, ilusión o emoción,
que riman con Imbernón.
El compañero, el amigo,
el hombre grande,
el gran hombre,
que abraza con devoción
por detrás de la espalda,
a su querida Esmeralda
ofreciendo protección.
Y resulta que…
Esmeralda y Jesús,
Jesús y Esmeralda,
símbolos de una unión
llena de gozo y cariño,
de un querer de corazón,
maduro, firme, profundo,
y como un guiño, el aliño
que adorna la tentación.
Seguir con pasión el camino.
Camino lleno de amor.
¡Que seáis muy felices!
A J R
26/11/2018
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Actualización en 2025
En estas líneas late más que un juego de rimas: respira el homenaje a dos almas que se encontraron en la vida y caminaron juntas con la certeza de que el amor verdadero ilumina cada paso. Esmeralda aparece como el fulgor de una sonrisa que trasciende el rostro, como guirnalda que engalana no solo su belleza exterior, sino también la claridad de su espíritu. Jesús, se alza en la palabra imposible, en la rima que no se encuentra, pero que se revela entero en los gestos sencillos de la protección, de la entrega, de la compañía.
Ambos nombres, al pronunciarse, se transforman en un eco de unión: Esmeralda y Jesús, Jesús y Esmeralda, como dos voces que se hallaron, dejando tras de sí la estela de un amor maduro, firme y profundo.
Hoy, sin embargo, ese camino se ve tristemente truncado por la partida de Jesús en este 2025. Su ausencia es herida abierta y también memoria viva: la de un hombre grande, compañero y amigo, que supo ofrecer devoción y ternura. Lo que el destino interrumpe no borra lo vivido, porque el amor compartido permanece, como un río que sigue fluyendo aunque su cauce haya cambiado.
Este poema ya no es solo celebración, es también elegía: la certeza de que el viaje continúa en el recuerdo, en la huella imborrable de lo que fue. Porque como escribió Antoine de Saint-Exupéry: “Lo esencial es invisible a los ojos”. Y en ese lugar invisible, donde habita lo eterno, el vínculo sigue latiendo.
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