Sentir la muerte dulce Crónicas de la muerte dulce

Texto publicado en el blog  Crónicas de la muerte dulce y editado en un libro colectivo


SENTIR LA MUERTE DULCE

Era consciente de que la muerte dulce llamaría a su puerta, pero lejos de pensar en un triste final, sentía que era un alivio arrebujarse entre sus brazos, rodearse de ese misterio que representa el vacío, el eterno silencio, la nada y dejarse llevar definitivamente hacía la serenidad.

Repasaba mentalmente sus últimos meses, reteniendo el recuerdo de las personas que le habían acompañado; quería despedirse de todos y de cada uno de ellos, porque empezaba a sentir un cansancio extremo. En su estudio, frente al ordenador, su lugar habitual, testigo de su ingenuidad, recorría en pensamiento la lista de esa buena gente con la que había disfrutado.

Recordó a sus jóvenes seguidores que lavaban la ropa en la lavadora de los sueños, a su amiga de unir puentes solidarios entre los más desfavorecidos, recorrió la granja de Villarochel sintiendo el gorgorito de aves queridas revoloteando a su alrededor; recordó el hablar familiar llano y sencillo de aquella mujer viajera, madura y sensata, de la que aprendió a comerse el tiempo para que no fuera a escaparse, sin darse cuenta, como se escapa apresuradamente la vida; recordó aquel cobijo en donde se refugió con palabras bien escritas que la apoyaron cuando las necesitó; viajó con su mente sobre el mar, posando su mirada en aquel faro, cuya luz serena le había iluminado en momentos oscuros; suspiró recordando al hombre sensible que cada día escribía mejor y el eco de sus palabras cuando no quería que nada le salpicara y entorpeciera en el camino a esa colina de sueños; sonrió pensando en los buenos momentos pasados con aquella vital mujer y sus esotéricos pensamientos, que le habían hecho reflexionar sobre el destino o la casualidad; recordó los escritos sinceros de quien estuvo a su lado en momentos difíciles.

Retenía sosegadamente los bellos instantes vividos, cuando de pronto... palideció. Se vio en la cuneta como un fardo envuelto en papel de desprecio y desaire, en ese mismo instante se abrió la puerta de su estudio.... Venían para llevarse todo el material informático: ordenadores, disco duro, impresora, accesorios, etc., porque había prometido finalizar esa etapa virtual para dedicarse a otras actividades.

Sintió paz en el silencio, calma en la nada.

Cerró los ojos y se abrazó a esta muerte dulce que tanto había deseado para liberarse de ataduras inútiles y estériles.

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