MITOMANÍA. LA MITÓMANA. TELARAÑA DE FALSEDAD
En la actualidad, en el ámbito social, estamos expuestos a una saturación de falsedades: noticias falsas en redes, titulares manipulados en la prensa, discursos engañosos en los medios de comunicación y promesas incumplidas de dirigentes políticos. Este fenómeno erosiona la confianza colectiva hasta un punto de no retorno, difícilmente reversible. La repetición constante de bulos y verdades a medias conduce a una especie de normalización de la mentira, que ya no provoca rechazo sino indiferencia.
Hannah Arendt (1971), en La mentira en política, señaló que el problema no es únicamente la falsedad en sí misma, sino el modo en que las mentiras organizadas “destruyen la realidad de los hechos”, afectando así nuestra capacidad de comprender y actuar en el mundo.
En un sentido similar, Paul Ekman (1985), experto en el estudio de las emociones y la detección de la mentira, advierte en Telling Lies que las falsedades tienen éxito porque los seres humanos, por naturaleza, preferimos confiar antes que vivir en un estado constante de sospecha. Esa vulnerabilidad psicológica explica por qué la mentira es un recurso tan eficaz en el espacio público.
Cuando el engaño se traslada al ámbito íntimo, los efectos resultan aún más devastadores. La psicología clínica denomina mitomanía a la tendencia compulsiva a mentir de manera reiterada, incluso sin un beneficio inmediato. Sin embargo, más allá de la patología, la mentira cotidiana dentro de los vínculos cercanos corroe la confianza interpersonal de forma irreversible. En este sentido, Nietzsche (1886), en Más allá del bien y del mal, resume con crudeza las consecuencias del engaño: “Lo que me preocupa no es que me hayas mentido, sino que de ahora en adelante ya no podré creerte”. De ahí que, en el terreno personal, la tolerancia hacia quienes recurren habitualmente a la mentira sea, al menos para mí, nula. Porque si en lo social anestesia, en lo íntimo destruye.
LA MITÓMANA
Al telefono hablaba falseando la verdad como tantas veces. Yo, de lejos, oía como con su timbre de voz agudo y desafiante, maquillaba las palabras con habilidad y vicio. Unos días en forma de queja, de llanto, de dar pena para llamar la atención, otros con ostentación faraónica y extrema generosidad, siempre con la pretensión de conseguir un mismo fin: causar buena impresión y obtener reconocimiento. A mi me demostraba su baja autoestima, inseguridad y miedo al rechazo. Creer que con la mentira se consigue algo, repitiendo una y otra vez el disimulo, el engaño , la falsedad y la hipocresía, es estar muy equivocada. Ese dia publiqué en Facebook una frase: “Con una mentira suele irse muy lejos, pero sin esperanzas de volver”. Yo que aprendí de mi padre la honestidad como cualidad necesaria, desprecio el juego sucio de manipulación, desprecio la máscara desleal, y desprecio la mentira en todos los ámbitos.
Suerte que se ha quedado muy lejos de mi vida, porque ni antes, ni ahora, podría soportar ver de cerca su caricatura con la nariz tan grande como Pinocho.
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TELARAÑA DE FALSEDAD
Primera parte
Un día, el silencio se instaló, pesado e inquebrantable, sin discusiones ni altercados, hasta quedar solo el eco de lo que al principio fue y no volverás a ser. La telaraña de falsedad que construyeron los atrapará a ellos mismos, un nudo inextricable de sus propias decisiones, mientras nosotras intentaremos respirar un aire nuevo, más puro, aún con el sabor amargo que nos ha quedado grabado.
Ellos saben lo que han hecho, saben el porqué lo han hecho, pero no tienen ni idea de lo que han perdido haciéndolo.
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2ª parte

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