Si un dia como hoy, entras en Facebook y te encuentras que, una amiga virtual te avisa que estás como un entremés literario en la exquisita web El Jinete insomne, junto a excelentes textos de amigas virtuales como el de Beatriz Alonso y entre consagradisimas figuras como Clarice Lispector o Jacques Sternberg, entre otros. ¿Cómo se te quedaría el cuerpo? Como a mi. Lleno de agradecimiento y con ganas de abrazar a su artífice Guillermo Mayr, que desde Argentina ha tenido el detalle de publicar mi relato:
FUEGO PURIFICADOR
Vencí al miedo y se acabaron tus amenazas.
Esta mañana de inclemente invierno, incrédula ante mi estrenada libertad, contemplo el cielo que lagrimea calando la tierra. Huele a mojado.
La mirada, tras el cristal empañado, me sigue mostrando el paisaje plúmbeo que compartíamos. El humo de la chimenea de mi vecino se confunde con la niebla, su grácil ondulación me entretiene tanto como saber de quién es la ceniza de su lumbre. Con ella abonaré la tierra del olmo que preside la entrada de esta casa.
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Relato publicado en
Variación del microrrelato presentado en Calendario Microcuentista del mes de mayo, inspirado en la foto propuesta de Christian Pereira Rogel, organizado por Internacional Microcuentista.
Salí del taller del fontanero complacida. Admirada de su profesionalidad en el manejo de tuberías en general y de la suya en particular. Llegado el sábado, inicié con mi marido la comedia de nuestro baño de espuma y sales perfumadas. A la hora prevista quité el tapón y empezó a mover los brazos como un poseso mientras se precipitaba girando hacia el sumidero. Desapareció por el desagüe de la bañera, aspirado por aquel despiadado tobogán que lo engulló hasta el pozo negro. Negro, como el teléfono de mi deseo, que recuerdo sobre su mesa, desde dónde voy a esperar la llamada del eficiente instalador.
Salí del taller del fontanero complacida. Admirada de su profesionalidad en el manejo de tuberías en general y de la suya en particular. Llegado el sábado, inicié con mi marido la comedia de nuestro baño de espuma y sales perfumadas. A la hora prevista quité el tapón y empezó a mover los brazos como un poseso mientras se precipitaba girando hacia el sumidero. Desapareció por el desagüe de la bañera, aspirado por aquel despiadado tobogán que lo engulló hasta el pozo negro. Negro, como el teléfono de mi deseo, que recuerdo sobre su mesa, desde dónde voy a esperar la llamada del eficiente instalador.
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