Ir al contenido principal

La última luz

La última luz.

La belleza de envejecer sin apagarse.

Sentada frente a la ventana, donde el sol ya no calienta, solo recuerda. Entre sus dedos finos, la taza tiembla por el rumor de los años. Cada arruga de su rostro y de sus manos le cuenta una historia; cada sombra en la pared le devuelve un rostro amado. En el silencio de la casa el pasado respira detrás de las cortinas. Observa a los niños que corren afuera: risas que le suenan a ecos de sí misma. Sonríe, y en su sonrisa se mezclan la ternura y la rendición. La tarde se desliza lenta, como una caricia que no quiere irse. Hace tiempo que ha comprendido que no solo su cuerpo ha envejecido, sino que el tiempo se ha gastado en ella. Cierra los ojos.Tras los cristales despierta el atardecer, y cuando el último rayo se posa sobre sus párpados, comprende que se está transformando en luz.

*******************
En este texto quiero expresar el paso del tiempo desde una mirada serena, no como una pérdida, sino como una transformación. A través de la figura de una mujer anciana que contempla la vida desde su ventana, intento reflejar la belleza que puede habitar en la vejez: la memoria, la aceptación, la luz interior que permanece cuando todo parece desvanecerse. Es un relato sobre la continuidad, sobre cómo el ser humano, al final de su camino, no se apaga, sino que se convierte en algo más eterno. El tiempo no la ha vencido; simplemente ha dejado su huella en ella, como la luz que se filtra al final del día. Envejecer también puede ser otra forma de brillar.


Comentarios