Desde una cuneta
Relato FINALISTA en el concurso Wonderland de RNE conducido por Rosa Gil y Jordi Muñoz, director de la escuela de escritores del Ateneu de Barcelona.
Me montas enfundado en chupa y pantalón de piel, con tu casco protector. Yo, entre tus piernas, te respondo con un rugido que despierta amaneceres. Rodamos con prestancia y equilibrio. Bordeamos costas, atravesamos acantilados de piedra caliza que contrastan con el mar y sentimos placer cuando de frente nos acaricia el viento, hasta que languidece la tarde y en el mirador, disfrutamos de ocasos incandescentes que se apagan con la noche.
Sin embargo, hoy todo es silencio. No habrá más roce de tu piel y mi rugido es desesperado. El azar, en un tramo maldito, nos ha adelantado el crepúsculo.
Participa en el I Concurso de Microrrelatos IASA ascensores. Frase obligada: elevamos sueños
TU OCASO
Cada mañana el motero me pone a punto.
Mi rugido despierta amaneceres. Mientras bordeamos costas, atravesamos acantilados de piedra caliza que contrastan con el mar y descubrimos ciudades con miradores de atardeceres incandescentes, elevamos sueños de libertad en la caricia del viento y del sol.
Hasta que un día, que decidió el azar, en un riesgo mortal se adelantó tu crepúsculo.
Participa en el I Concurso de Microrrelatos IASA ascensores
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EL MOTERO
Mi rugido despierta amaneceres. Mientras bordeamos costas, atravesamos acantilados de piedra caliza que contrastan con el mar y descubrimos ciudades con miradores de atardeceres incandescentes, elevamos sueños de libertad en la caricia del viento y del sol.
Hasta que un día, que decidió el azar, en un riesgo mortal se adelantó tu crepúsculo.
Participa en el I Concurso de Microrrelatos IASA ascensores
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EL MOTERO
Me pone a punto y mi rugido despierta amaneceres.
Nos acaricia el viento y el sol cuando juntos bordeamos costas, atravesamos acantilados de piedra caliza que contrastan con el mar y descubrimos ciudades con miradores donde disfrutar de atardeceres incandescentes.
Hasta que un día, un riesgo mortal, adelantó su crepúsculo.
Nos acaricia el viento y el sol cuando juntos bordeamos costas, atravesamos acantilados de piedra caliza que contrastan con el mar y descubrimos ciudades con miradores donde disfrutar de atardeceres incandescentes.
Hasta que un día, un riesgo mortal, adelantó su crepúsculo.
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