Diana de desprecios.
Por miedo simulábamos indiferencia negando nuestra atracción.
Ni la familia con su autoritarismo, ni la intolerancia de la sociedad, consiguieron amargarnos la vida y decidimos escapar.
Pasaron los años.
Sobrevolando aquella tierra yerma sentimos un escalofrío. Sin mirar proseguimos el viaje.
Un haz de luz se filtró por la ventanilla incidiendo en tus ojos.
Tu mirada me pareció sublime.
Te besé.
Juramos que al país de lo prohibido ni de paso volveríamos.