Plagio del chiste de los calzoncillos
SERIE PLAGIO DE UN CHISTE
Son microrrelatos creados en protesta por el Concurso Internacional de Microrrelatos del Museo de la Palabra, de la Fundación César Egido Serrano, que concedió el Iº premio a un relato que no era inédito y además era el plagio de un chiste.
Me cansa verlo tan gordo con esa barriga cervecera.
En su cabeza ya no le queda ni un pelo y luce un cuero cabelludo brillante, pero de la grasa que rezuma su piel ensucia mucho la funda de las almohadas.
Cuando está en casa come y duerme, come y duerme, come y duerme y si bebe ya estoy perdida, porque se vuelve tan pesado, con tanta palabrería, que no se aguanta.
Si se tira al suelo, allí se queda a dormir la mona porque no hay quien pueda con él para levantarlo.
Entre el tipo que se le ha puesto y el mal carácter que tiene, que parece que esté amargado (tanto como me tiene a mi), ha perdido todo el atractivo.
Me dijo mi madre: “búscalo delgado y limpio que sucio y gordo se te volverá”. Tenía razón.
Los domingos a la hora del desayuno se pone a leer los recortes de los artículos del periódico que recopila durante la semana, por la tarde se queda traspuesto delante del televisor y no tenemos ningún tipo de conversación.
Así un día detrás de otro.
Es un fastidio aguantarlo.
Ayer cuando se metió en la cama, que yo estaba medio dormida, se me acercó ronroneando, acariciándome la espalda con suavidad, y me dijo en tono sensual:
— Cariño, cariñito mío, mi pichurri, mi vidita, no tengo calzoncillos.
A lo que yo le contesté:
— Por Dios, ahora déjame dormir, que mañana ya te lavaré unos.
Si es que...
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Son microrrelatos creados en protesta por el Concurso Internacional de Microrrelatos del Museo de la Palabra, de la Fundación César Egido Serrano, que concedió el Iº premio a un relato que no era inédito y además era el plagio de un chiste.
Me cansa verlo tan gordo con esa barriga cervecera.
En su cabeza ya no le queda ni un pelo y luce un cuero cabelludo brillante, pero de la grasa que rezuma su piel ensucia mucho la funda de las almohadas.
Cuando está en casa come y duerme, come y duerme, come y duerme y si bebe ya estoy perdida, porque se vuelve tan pesado, con tanta palabrería, que no se aguanta.
Si se tira al suelo, allí se queda a dormir la mona porque no hay quien pueda con él para levantarlo.
Entre el tipo que se le ha puesto y el mal carácter que tiene, que parece que esté amargado (tanto como me tiene a mi), ha perdido todo el atractivo.
Me dijo mi madre: “búscalo delgado y limpio que sucio y gordo se te volverá”. Tenía razón.
Los domingos a la hora del desayuno se pone a leer los recortes de los artículos del periódico que recopila durante la semana, por la tarde se queda traspuesto delante del televisor y no tenemos ningún tipo de conversación.
Así un día detrás de otro.
Es un fastidio aguantarlo.
Ayer cuando se metió en la cama, que yo estaba medio dormida, se me acercó ronroneando, acariciándome la espalda con suavidad, y me dijo en tono sensual:
— Cariño, cariñito mío, mi pichurri, mi vidita, no tengo calzoncillos.
A lo que yo le contesté:
— Por Dios, ahora déjame dormir, que mañana ya te lavaré unos.
Si es que...
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