Desde mi ventana
DESDE MI VENTANA
El naranjo preside el jardín. Su fruto caído es presa del banquete de insectos afamafos. La tierra se alfombra de hierbas.El mirlo, dueño del espacio y más libre que nunca, revolotea buscando alimento.Aquellas ramas resecas del níspero talado esperan en el suelo ser recogidas por nadie, mientras del tronco donde habitaban reverdecen nuevos brotes. Desde mi ventana asisto al abandono por vejez que detiene los cuidados del jardin. Siento que no estén aquellas manos, que aunque cansadas cuidaban con esmero este rincón. Pero el naranjo, los insectos, las hierbas, los mirlos, el níspero... indiferentes a su ausencia siguen su ciclo vitalNo revolotean los mirlos, dueños del espacio, recogidos en sus nidos.
Siento no ver la buganvilla trepando por el muro, ni el jazmín, ni las adelfas, ni la palmera. Talados por el nefasto vecino. Ellos son, como los recuerdos, cosas del pasado.
Vida natural desde mi ventana que me acompaña y siguen su ciclo vital indiferentes a mi.
Hoy veo en el suelo del jardín, los restos de las ramas de un frutal, podadas sin miramiento por el susodicho, porque le molestaban. Han quedado a la espera de secarse para facilitar su recogida; de esto hace un mes.
Recuerdo a la dueña, como cuidaba sus plantas, barriendo las hojas caídas, regando y dejando recogido cada día esta zona exterior de su casa, no así la estancia interior, que cada día me parecía más avejentada y sucia.
La edad avanzada de su dueña ha hecho que no pudiera vivir sola y ahora, abandonada la casa y el jardín poco a poco se va quedando sin alma.
Se ha ido a vivir con su hijo, por lo que tiene el vacío asegurado, es un calzonazos sometido a su mujer que no soporta a la suegra. Se encuentra en medio de dos aguas turbulentas, su nuera y su hijo el "sin cojones" para aclarar los temas de convivencia, el que va apagando fuegos constantemente y aliviándose trabajando como la más deseada liberación por salir de casa.
Un día vendió su propiedad al quedarse viuda y los ayudó en los problemas económicos que les acuciaban, ahora vuelve sin remedio con él, y su mermada pensión aligera los gastos, pero vive con una pena grande en su corazón: se siente maltratada.