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Letargo invernal Recitado

LETARGO INVERNAL

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LETARGO INVERNAL

Impera el silencio absoluto de amaneceres gélidos, templados al calor del sentimiento de nuestro corazón, con las miradas cómplices que silenciosas expresan querencia. Arde la lumbre con la misma vehemencia que nuestro arrebato de amantes, cruje cautivando generosa hasta la ceniza, efímera como el instante, caduca como la vida.
Afuera reverbera el sol en cada rincón hasta perderse en la lejanía. Todo duerme el letargo esencial para retoñar a su tiempo. Germinará de nuevo, inherente, fiel, capaz, y perdonando.
Si la naturaleza indulta con constancia el maltrato y la agresión ¿a que viene la altivez humana manteniendo rencores y resentimientos?


En este paisaje de frío y silencio, el tiempo parece suspenderse, y cada instante se hace denso como el humo que asciende de la lumbre. La calidez del corazón humano se convierte en refugio frente al letargo del mundo exterior; los gestos callados y las miradas compartidas dibujan un lenguaje invisible, donde la ternura se entiende sin pronunciarse. La vida, aunque frágil y efímera, arde con intensidad en cada gesto de afecto, mientras fuera, la naturaleza descansa, paciente y sabia, preparando su retorno inevitable. La escena invita a la reflexión: si la tierra perdona con constancia los daños que recibe, ¿qué razón existe para que el ser humano se aferre al rencor y a la altivez? Aquí, el invierno no es solo frío, sino también maestro de reconciliación y silencio, donde todo duerme para volver a nacer.

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