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Acróstico. Cabrón basta

Acróstico. Cabrón basta


Cada día sus agresiones aumentan y el miedo me paraliza.

Asustada nunca le llevo la contraria. 


Bloquea mi mente y soy incapaz de pensar por mi misma.


Rara vez me acaricia. Supe que sería  desdichada desde el primer día.


Oigo el ruido de sus llaves y estremecida dejo lo que estoy haciendo.


No hablo por miedo a las amenazas.



¡BASTA!

CABRÓN

Lo llamaban el cabrón, y la palabra se le ajustaba como un traje a medida. Su presencia era un veneno lento que pudría las interacciones, las sonrisas y la paciencia de todos. Era un hombre maltratado por la vida, decían algunos, una excusa para la miseria que se deleitaba en infligir. Un día, aquella mujer a quien maltrataba,  con la mirada serena, se le acercó con valentía para entregarle un sobre. 
Sin decir una palabra, él lo tomó y, frente a ella, lo rasgó por la mitad, dejando que los pedazos de papel cayeran al viento. 
Ella no se inmutó, solo lo miró por un segundo más antes de marcharse. Al día siguiente, el hombre salió con su perro, un animal viejo y tembloroso, al que siempre había maltratado. En la correa, atado a su collar, no había una chapa con un nombre, ponía "Para el perro", el el mismo mensaje que llevaba el sobre que había roto.

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