Esto decía mi madre (antes de darse cuenta de la realidad de su indiferencia) refiriéndose a su hijo que eludía todas las obligaciones.
A ella la comprendí porque había nacido a principios del siglo pasado
donde nadie los educó en la igualdad. No así al machito de mi familia que, en pleno siglo XXI, consintió escaquearse de toda la carga familiar. Eso sí, reclamó igualdad a la hora del reparto.
¡Qué poco hombre!¡Qué mierda de hombre!