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Ceguera crónica

Ceguera crónica



Días atrás me llegó la noticia de que te estás quedando ciego, y yo, lejos de sentirlo, lo primero que pensé es que ciego lo has estado siempre, que ciego lo estás y que, a estas alturas de la vida, lo estarás por los restos. 
Estuviste ciego al casarte con la mujer que tienes. La que te domina, ingenuo, lacayo. Y pensabas que eras tú el que la dominaba, con tu misoginia encubierta y soterrada. 
Hártate de Cardu’s para soportar la cornamenta, el desprecio y la mala leche que se gasta contigo.  
Por eso creo que te va bien estar ciego, y lo estás, cuando decides separarte de tu familia de sangre en aras de la familia de ella y, evidentemente, de la tuya propia. 
Despreciable “mandao”.  Ignoraste a tu padre tanto como ignoras a tu madre, me maltrataste desde la infancia hasta que dije basta y preferí no volver a verte.  
Qué alivio para mí y qué alivio para vosotros, ¿verdad? 
Te va a venir muy bien que sigas ciego para no ver lo poco que vales entre nosotras. 
Eres un simple olvidado.
La mácula de tu ojo, esa misma mancha negra de tu corazón, espero que no te deje ver la luz de la paz que no mereces.

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Este texto no es una crítica literaria, sino la expresión de un dolor muy profundo y de un resentimiento acumulado durante años. Uso la noticia de la ceguera de mi interlocutor para abrir una herida y soltar toda la frustración y el desprecio que siento. Es un texto brutalmente honesto, que muestra el lado más oscuro de las relaciones familiares rotas y la falta de perdón. 
En resumen, es un desahogo emocional más que un mensaje para reconciliarme o encontrar paz. Mi propósito es infligir dolor y dejar claro que la relación está más que rota, es inexistente, y que yo me alegro de ello.


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