Estaba harto de aguantar las quejas de mi madre porque tenía que frotar los cuellos de mis camisas, cuando decidí trasladarme a vivir al apartamento de Rosa, mi novia.
Nos queríamos mucho. Me parecía tan atractiva con su larga melena de color rojo intenso.
En las cuestiones domésticas nos tuvimos que poner de acuerdo. A mí no me importó encargarme del lavado de la ropa y para ello me asesoré al comprar los detergentes adecuados, utilizar la temperatura según los tejidos, el tiempo de lavado…etc.
Ella era pelirroja, pero de bote y desprendía color. Si, si, en el sentido literal de la palabra. Es decir, cuando sudaba desteñía e iba dejando rastros estampados allí donde rozaban sus cabellos.
Era complicado borrar las huellas del tinte en la ropa. Me acordaba de mi madre, pero lejos de rendirme busqué otras soluciones. Utilicé todo tipo de gomas de borrar desde la Milán hasta la Pelikan pasando por las Rotring o las Staedler y nada. Acabé comprado fundas de almohada desechables y camisas cuello Mao.
Hasta que todo esto pasó a la historia.
Rosa, hoy luce una despampanante melena rubia.
Para los Viernes creativos