Hace años hice un curso de pensamiento positivo del que me quedó grabada, entre otras, una enseñanza: ”El pesimista vaticina su fracaso”. A partir de entonces intenté cambiar la percepción de la vida, potenciar mi amor propio y la confianza en mi misma, para conseguir serenidad y equilibrio.
Lo apliqué en todos los ordenes de las cosas, incluso, delante del espejo, cuando cada día me pongo a prueba.
Porque...no es lo mismo cuando me miro que cuando me veo.
Me miro en el espejo y no te pienses que me veo la nariz grande como el picaporte de la puerta de un convento, no, ni mi cuerpo como un botijo sin pitorro, no, ni mis piernas cortas, como las patas de la mentira, no, no, para nada.
Me veo chata como un cerdo, ¡ay, es que me gusta tanto si es Ibérico! y con un cuerpo rellenito como los que pinta Botero y unas piernas interminaaaaaaaaaaables como una secoya de California.
¿Qué pasa? Eso es control mental. ¿Acaso lo dudas?
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