Son microrrelatos creados en protesta por el Concurso Internacional de Microrrelatos del Museo de la Palabra, de la Fundación César Egido Serrano, que concedió el Iº premio a un relato que no era inédito y además era el plagio de un chiste
Ernest me ha confidenciado que sospecha que su mujer le es infiel. Que no le extrañaría nada que tuviera un amorío porque su actitud indiferente y apunta a que así sea.
Llevan años de convivencia y sufren las consecuencias del desgaste que la rutina ejerce sobre ellos.
A él también le pasa. Sabe que, como dice Sabina: los hombres engañan más que las mujeres, pero ellas lo hacen mejor.
Me explica que cuando suena el teléfono su mujer siempre se apresura a cogerlo.
Que estando los dos en la cama, él, intentando conciliar el sueño, y ella, leyendo como siempre, hasta la madrugada, una noche hubo una llamada, como tantas, sospechosa, y me detalla la conversación:
-¿Diga?
-No. No. Se ha confundido.
-Llame usted a la Comandancia de Marina. Si. Si a la Comandancia de Marina.
-No. No sé cuál es su número, pero vendrá en la guía, digo yo.
-No. No es molestia, no estaba dormida.
-¡¡Nooooooo!! No se preocupe.
-Adiós, adiós, que tenga buena noche también.
Después me dijo Ernest que le pregunto con curiosidad que quién era para sugerirle lo de la Comandancia de Marina, y ella le contestó: uno que se ha equivocado y pregunta si hay moros en la costa.
jajajajajaja Y digo yo, hay cosas que son tan evidentes.
Lo que es inútil es volver sobre lo que ha sido y ya no es.
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