Son microrrelatos creados en protesta por el Concurso Internacional de Microrrelatos del Museo de la Palabra, de la Fundación César Egido Serrano, que concedió el Iº premio a un relato que no era inédito y además era el plagio de un chiste.
Mi abuelo tiene 95 años. Siempre ha sido un seductor porque según dice, las mujeres le gustan tanto que le dan vida. Se da todos los caprichos que quiere, en ese y en otros aspectos. Todas las tardes se reúne para jugar a cartas con dos viejos amigos, algo más jóvenes que él.
Está sentado en su sofá orejero muy pensativo.
_ ¿Qué te pasa abuelo?
Me cansa la constante queja de mis amigos. Uno, que si la artrosis de las rodillas le impiden andar deprisa, el otro, que si la tos no le deja dormir por las noches, pero hace sesenta años que fuma y no piensa dejarlo.
_Y a ti ¿qué te preocupa?
_Mira Jose, le acabo de decir a Hortensia que si quería echar un polvete conmigo y me ha contestado ¡señorito, si acabamos de hacer uno!
Y es que a mi lo que me falla últimamente es la memoria. ¡jijijiji!
Hay otra versión de esta idea
OLVIDADIZO
Con excelente salud he cumplido los noventa y cinco. Lo peor de la vejez es perder amigos. Amigos de juventud, de orgías veraniegas, de placeres con nuestros cuerpos atléticos. Me he casado cuatro veces y enviudado tres. Las mujeres me dan vida. A la hora gozar, nunca he tenido un no por
respuesta. Siempre dispuesto, porque mi vitalidad las complace. Esta tarde, Ernestina me ha preocupado cuando le he dicho:
— vamos a hacer el amor, querida — y me ha contestado: Sergio, si acabamos de hacerlo.
Y para a mi, lo triste de mi vejez, es que me falle la memoria.
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