La evasión de un hámster
La libertad no tiene valor si no conlleva la libertad de equivocarse."
— Mahatma Gandhi
Cada tarde, cuando la luz se derrite contra los barrotes de mi jaula invisible, siento la urgencia de escapar. El estrés me araña por dentro, como si tuviera un ejército de hormigas haciendo huelga en mi estómago. Entonces salgo de mi madriguera. No para correr más —ya bastante tengo con mi rueda giratoria—, sino para romper la rutina, para engañar al destino que me quiere dando vueltas sin sentido.
Camino hacia Ernestina.
Ella me espera con una sonrisa tibia y unas manos que parecen inventadas para domar el caos. Primero me ofrece un café: oscuro, humeante, como un conjuro breve contra la monotonía. Después, se sitúa detrás de mí. Sus dedos, ligeros como alas de mariposa, comienzan un recorrido lento por mi espalda. Al principio, apenas un roce; luego, la intensidad crece, se enciende, hasta arrancar de mí un suspiro que no me atrevo a contener. ¡Aaaaaaaah!
Y sin embargo, todo pasa en un instante.
El tiempo con Ernestina es un caramelo que se derrite demasiado rápido en la lengua.
Cuando acaba, me descubro deseando otra ronda, otro café, otra caricia. Mi ensueño sería quedarme allí para siempre, atrapado en ese círculo de placer, dulce y vicioso, que no me fatiga.
Pero la vida —esa entrenadora cruel— me obliga a volver a mi rueda.
Girar, girar, girar.
Un hámster obediente en su jaula. Aunque, lo confieso, mientras mis patas corren y mi mundo da vueltas, mi mente ya trama la próxima evasión.
***************
Otra versión de este texto fue presentada en la Microbiblioteca Esteve Paluzie Con el título "Hamster" el 24 de nov de 2017
Comentarios