"Lo cotidiano se vuelve mágico".
Ella seguía adelante y yo estaba a su lado admirada de su fuerza para seguir viviendo. La vida le dio otra oportunidad y mamá, que quería vivir, de nuevo ganó la batalla
Y ya estabamos en el 2015.
¡Qué vértigo!
¡Qué vértigo!
Gracias
LOS YAYOS DE LA PLAZA
En un banco frente al paseo marítimo, me senté.
Al cabo de un rato se sentaron a mi lado dos yayos acompañados de una cuidadora.
Mi mente,dada la circunstancia actual de mi entorno retornó a los pensamientos respecto a la vejez, la dependencia, la calidad de vida de los ancianos, etc, pero fue la vestimenta peculiar de los viejecitos lo que más me llamó la atención.
El, con gafas cuyo grosor de cristales distorsionaba sus ojos, llevaba una gorra de visera roja con una inscripción japonesa plateada en el frente. Colgada en bandolera una bolsa de flores moradas, pantalones de estampado militar, con múltiples bolsillos laterales, y sandalias con calcetines blancos.
Ella, llevaba un sombrero de paja con una cinta rojo pasión que le caía por los laterales de la cara y que atada bajo la barbilla le engordaba los mofletes. Vestía falda negra y jersey verde pistacho y una bata estampada de flores rosas. Calcetines color carne enseñando las rodillas y sandalias de plástico amarillo chillón. En la mano, una bolsa de supermercado.
De la bolsa, la cuidadora sacó un bocadillo para cada uno. Empezaron a comer troceando el pan a cachitos que se llevaban a la boca, casi sin dentadura.
Pensé que yo nunca hubiera vestido de esa guisa a mis padres pero eso no tenía ni la más mínima importancia. Se les veía felices en aquella mañana soleada de excursión por la ciudad con comida picnic incluida. Como niños.
Me miraron sonrientes. También les sonreí.
Aquella tarde, a mi madre la disfrazaron de india en una fiesta de su residencia. Ella tan coqueta, tanestilosa, tan tímida, tan puesta... de aquella guisa fue feliz.
Aquella tarde, a mi madre la disfrazaron de india en una fiesta de su residencia. Ella tan coqueta, tanestilosa, tan tímida, tan puesta... de aquella guisa fue feliz.
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