Tu pensamiento, polarizado y dicotómico, etiqueta como polichinelas de la escritura a los que no llegamos, según tu criterio, al nivel que hay que tener para hacer literatura. Ese, en el que tú crees estar”.
Le pareció una ofensa y acabó la relación de manera caótica.
—¿Te bloqueó?
— Si. Cuando se le replica, se le contraría y se le dicen las verdades, no sabe hacer otra cosa. Si lo hace con otros ¿por qué no iba a hacerlo conmigo?.
Bloquear es el deporte más resolutivo de este medio. Las relaciones que se establecen, esas tan frágiles, son las que a la primera embestida, se rompen. Y...¡zas! surge, entre otras cosas, el bloqueo facebuquista, ese que quiere decir: “si te vi, no me acuerdo”
— Pues ya sabes “A enemigo que huye, puente de plata”
— Si, si, además de facilitarle el camino, yo también conjugo el verbo: yo bloqueo, tú bloqueas, el/ella bloquea... ¡Anda que le den!
Dedico el olvido a los ex y las ex virtuales.
Ellos ya saben quienes son.
La gota que colmó mi vaso fue la respuesta sin respuesta. No era la primera vez. En la cotidianidad de este Facebook, se crean lazos. Vemos a diario comentarios que se publican desde los buenos días hasta las buenas noches. Entran los pensamientos, las emociones, las opiniones, las quejas, de quienes tenemos enlazados y lo mismo para ellos, a quien nos enlaza. A veces se responde por cortesía. Un “me gusta” no compromete, no hace perder tiempo (que en la relación es ganarlo), un saber que estás ahí. Cuando tú no das ni siquiera esa pizca. Lo mejor es dejar esa relación por estéril e infructuosa. Cuando me has tenido cerca, me ignorabas. Casi nunca un “me gusta” salió de tus palabras, ni de tu mano en un clic de ratón. La indiferencia la he resuelto, sin más, de un tirón. Es probable que ni me encuentres a faltar. Así que adiós. Me he aliado al bloqueo.
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