Relato presentado en El Asombrario & CO de la Escuela de Escritores
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TURBACIÓN
Empieza a llover.
Como cada tarde, sentada frente a la vidriera de la cafetería espero la hora de iniciar la clase. Y a ella.
La veo atravesar el vestíbulo. Entra. Se dirige a la barra. Pide un café.
De espaldas, me siento libre para mirarla y se equilibra mi pensamiento con mi deseo. Examino su figura. Quién diría que en clase me vence la ansiedad y me inhibo de tal manera que ni siquiera puedo levantar los ojos para mirarla.
Como cada tarde, sentada frente a la vidriera de la cafetería espero la hora de iniciar la clase. Y a ella.
La veo atravesar el vestíbulo. Entra. Se dirige a la barra. Pide un café.
De espaldas, me siento libre para mirarla y se equilibra mi pensamiento con mi deseo. Examino su figura. Quién diría que en clase me vence la ansiedad y me inhibo de tal manera que ni siquiera puedo levantar los ojos para mirarla.
Se gira y me sonríe.
Un sobresalto encarcela mi suspiro. Siento que me sonrojo.
¡Oh! mi mano azarosa tropieza y mis apuntes se acaban de teñir del café de mi taza, mi pulso tembloroso hace caer la botella de agua sobre mi cartera recién estrenada. Su mirada aletea mi imaginación. Me acerco. La beso en un arrebato de pasión. Ella, con su boca entreabierta me regala un movimiento acompasando con el roce húmedo de su lengua. La invito a tomar unas copas. Dice que si. Le pido que suba a mi casa, a mi sofá, a mi ducha, a mi cama, dice que…
y en el último sorbo de su café, paga y se va.
Se desvanece abstracta en cada gota de lluvia que resbala sobre la cristalera. Manipulada en mi mente bajo un deseo de ser y de estar. Me quedo ausente con mi timidez que no me deja alcanzarla.
Como cada tarde, la clase ha terminado y no he sido capaz de preguntar nada. No he sido capaz de mirarla.
Mañana volveré. Necesito quebrar el desierto de mi sueño.
Marcho sola mientras la lluvia diluye mis pensamientos.
¡Oh! mi mano azarosa tropieza y mis apuntes se acaban de teñir del café de mi taza, mi pulso tembloroso hace caer la botella de agua sobre mi cartera recién estrenada. Su mirada aletea mi imaginación. Me acerco. La beso en un arrebato de pasión. Ella, con su boca entreabierta me regala un movimiento acompasando con el roce húmedo de su lengua. La invito a tomar unas copas. Dice que si. Le pido que suba a mi casa, a mi sofá, a mi ducha, a mi cama, dice que…
y en el último sorbo de su café, paga y se va.
Se desvanece abstracta en cada gota de lluvia que resbala sobre la cristalera. Manipulada en mi mente bajo un deseo de ser y de estar. Me quedo ausente con mi timidez que no me deja alcanzarla.
Como cada tarde, la clase ha terminado y no he sido capaz de preguntar nada. No he sido capaz de mirarla.
Mañana volveré. Necesito quebrar el desierto de mi sueño.
Marcho sola mientras la lluvia diluye mis pensamientos.
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