TUS FLORES DE VEINTE PÉTALOS
Regreso al pueblo de mis sombras por el sendero que bordea la colina, como cuando íbamos a la escuela, igual que tantos niños de México, a pie y con la cartera a cuestas. Tú te adelantabas. Te agazapabas entre los árboles, y como en una emboscada, al paso, me disparabas con tu fusil de mentira. Ahora mi caminar está huérfano de aquella algazara. Mis pies se deslizan cansados sobre un tapiz de piedras por el mismo camino que contigo me parecía hierba. Temo llegar a la última curva cuando asoman por la ladera las flores de cempasúchil con su color intenso de muerte, y me resuena el tiro de gracia. Ellas adornan en la cuneta tu minúscula parcela.
ALLÁ DONDE EL CAMINO ACABA
Regreso como cada tarde al pueblo de mis sombras por el sendero que bordea la colina, con la cartera a cuestas como cuando íbamos a la escuela, solo que ahora, en el cuero y en la piel se me han grabado estigmas.
Mis pasos se deslizan con pies cansados sobre un tapiz que contigo me parecía hierba y sin ti, piedra.
Avanzo tal como acontece.
Mi caminar huérfano de algazara teme llegar a la última curva cuando veo asomar, tras el portón, las lilas silvestres que adornan tu minúscula parcela.
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