Buscadores de setas
Aquella mañana de viernes, el tráfico parecía conspirar con nuestra impaciencia: una afluencia de coches mayor de lo habitual avanzaba lentamente hacia la misma seductora destinación, la Sierra de Falgars, en el corazón del Berguedà. Por una carretera comarcal, sin asfaltar, íbamos subiendo montaña arriba, bordeando laderas, hasta encontrar el punto conocido donde iniciaríamos la marcha a pie.
Atrapados por la belleza del paisaje, divisando a lo lejos el macizo del Pedraforca, sentíamos lo esencial para cualquier mañana memorable: compañía, amistad, ilusión, risa. Y aquel día, como a veces ocurre solo con la naturaleza, nos llegaba un regalo inesperado: la transformación de los colores, del verde al rojizo, del marrón al cobre, una paleta viva que el bosque nos ofrecía generoso. Como decía Albert Camus, “La primavera más difícil de soportar es el otoño”, quizás porque cada hoja que cae es un recordatorio de que todo pasa y todo vuelve.
Nos adentrábamos entre pinos, hayas y robles por la ladera umbría, caminando con la mirada dirigida al suelo, donde se escondían los tesoros del otoño tras las primeras lluvias: níscalos, boletus, senderuelas, rebozuelos… Cada paso era un descubrimiento, cada seta, un pequeño milagro silencioso. Y mientras recogíamos estos frutos, sentíamos que todo aquello no era solo un placer gastronómico, sino un ritual que nos conectaba con la memoria del bosque, con el tiempo lento y con la poesía que habita en los detalles más simples.
Cercadors de bolets
Aquell matí de divendres, el trànsit semblava conspirar amb la nostra impaciència: una afluència de cotxes major que l’habitual avançava lentament cap a la mateixa seductora destinació, la Serra de Falgars, al cor del Berguedà. Per una carretera comarcal, sense asfaltar, anàvem pujant muntanya amunt, vorejant vessants, fins a trobar el punt conegut on iniciaríem la marxa a peu.
Atrapats per la bellesa del paisatge, albirant de lluny el massís del Pedraforca, sentíem l’essencial per a qualsevol matí memorable: companyia, amistat, il·lusió, riure. I aquell dia, com de vegades passa només amb la natura, ens arribava un regal inesperat: la transformació dels colors, del verd al vermellós, del marró al coure, una paleta viva que el bosc ens oferia generós. Com deia Albert Camus, “La primavera més difícil de suportar és la tardor”, i potser perquè cada fulla que cau és un recordatori que tot passa i tot retorna.
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