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De cal y de arena

De cal y de arena

El espejo ya no solo refleja un cuerpo, sino un alma transformada. Allí donde antes hubo ausencia, ahora brilla un vacío que es luz pura, un espacio sagrado donde habita la fuerza. Las lágrimas que nacen no son dolor, sino lluvia de gratitud que riega cada latido renovado. La vida, con su mano de cal y de arena, ha marcado mi piel y mi espíritu, enseñándome que incluso lo que se pierde puede ser templo y refugio. La herida se eleva a verso, se convierte en oración al sol, en susurro de esperanza que danza en el viento y en la calma que rodea cada instante. No soy la misma: soy más. Más consciente de mi fragilidad, más fuerte en mi presencia, más viva en la claridad que ahora habita mi pecho. Cada paso que doy es un rito de celebración, un recordatorio de que la vida, aun cuando arrebata, también regala la eternidad de un instante pleno, y que en ese instante, todo es luminoso.

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El espejo, desde enero, me devuelve cada día una imagen desconocida. Me brotan lágrimas silenciosas que hoy no son de tristeza, sino de felicidad infinita. La vida, ladrona implacable, me ha arrebatado un seno y en su vacío percibo la certeza de su poder. Una herida que pretendo convertir en un verso al sol, a la esperanza, a la calma y en un brindis de gratitud por mantenerme viva.
No soy la misma, soy más.
La vida ha regalado nuevos latidos a mi corazón y me ha hecho consciente de que aún queda mucho camino por recorrer.
Marzo de 2025


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