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La verdadera amistad no conoce reproches ante la distancia, resiste el transcurrir del tiempo y se convierte en un refugio constante.
Y en la quietud de la noche, ajena a todo, comprendo que la única compañía fiel es mi propia sombra, unida a la tuya. Tu amor diáfano, tus murmullos en el viento, tus risas, tus cantos, tus caricias de manos trabajadas, tu alma curtida por heridas grabadas como fósiles en tu memoria.
Contigo, deseo cruzar cada amanecer, el puente donde el tiempo se detiene y el amor se vuelve eterno.