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Club de lectura Biblioteca de Lucena 4. Morir en la arena

En la Biblioteca de Lucena, el Club de Lectura inició la reunión del mes dedicada a: 

Cada libro es un viaje que nos hace mirar más allá de lo habitual. Eso es lo que más me gusta de estas reuniones: cada uno llega con una idea distinta, y al final descubrimos juntos algo que ninguno había visto solo.
Morir en la arena abre con un clima cargado de pasado, de culpa y de silencios familiares, donde cada personaje parece caminar sobre los restos de una historia que aún no termina de contarse. 
Desde esas primeras páginas, Padura nos sitúa en una Cuba marcada por las ausencias: las de los que se fueron, las de los caídos en Angola, las de los que callan porque han aprendido a hacerlo, y ese ambiente de verdades a medias es el punto de partida para entender tanto la sociedad cubana que retrata el autor como el universo íntimo que envuelve a sus personajes. 
A partir de ese comienzo, se despliega la Cuba que Padura dibuja: una realidad compleja, atravesada por la escasez, la burocracia y la necesidad de inventar modos de sobrevivir. 
Detrás de los discursos oficiales emergen desigualdades, privilegios y un mercado informal imprescindible. 
Muchos de sus personajes cargan el agotamiento de una generación que creyó en ideales que nunca se cumplieron, mientras la nostalgia —personal e histórica— lo envuelve todo. Aun así, la cubanidad persiste: barrio, amistad, música, arraigo… incluso cuando el deseo de emigrar late como una salida dolorosa. 

En ese contexto está Rodolfo, que me ha inspirado estas reflexiones:

Rodolfo vivía con la certeza de que su historia familiar estaba hecha de secretos y traiciones. 
La casa le devolvía, en cada rincón, errores que el tiempo no conseguía borrar: el pasado se le quedaba entre los dedos como arena húmeda. La guerra de Angola lo había marcado con heridas invisibles, más profundas que cualquier cicatriz. Al volver, descubrió que también cargaba con promesas rotas y decisiones que aún le pesaban. En su familia, el asesinato del padre y el regreso del hermano formaban un silencio espeso, más elocuente que cualquier palabra. Con los años comprendió que vivir no era olvidar, sino aprender a convivir con las sombras. El amor y la culpa avanzaban juntos, y cada gesto cotidiano estaba lleno de lo que fue y de lo que pudo haber sido. Una tarde tranquila, Rodolfo descubrió un resquicio de luz: aceptar el pasado sin derrumbarse ante él. Entre recuerdos y silencios, encontró el modo de permitir que la vida siguiera adelante.

El libro propuesto para la próxima edición del Club de lectura es: Hamnet de Maggie O'Farrell  

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