Otra versión del mismo tema en: SIN PRISAS
SI, PERO TODAVIA NO
Cada día me siento en el banco de piedra frente al rio. En la otra orilla, los ábsides erguidos y las ménsulas de la cornisa en canecillos esculpidos de la iglesia románica, me acompañan. El lugar es tan tranquilo. El sonido constante de la bravura del agua me hace imaginar el sinfín de gotas apresuradas, como si unas y otras, en espuma blanca, sobresaltadas por encima de las rocas, quisieran llegar
cuanto antes al mar abierto para liberarse. Aquí leo, me relajo, reflexiono. Me invento el eco del campanario de espadaña que dejó de repicar. Me acaricia la brisa fresca que baja de las altas montañas. Miro la tierra que acoge bajo su suelo, epitafios in memoriam de antepasados y afirmo que es un paraje ideal para descansar eternamente, pero…prefiero no hacerlo.
Cada día me siento en el banco de piedra frente al rio. En la otra orilla, los ábsides erguidos y las ménsulas de la cornisa en canecillos esculpidos de la iglesia románica, me acompañan. El lugar es tan tranquilo. El sonido constante de la bravura del agua me hace imaginar el sinfín de gotas apresuradas, como si unas y otras, en espuma blanca, sobresaltadas por encima de las rocas, quisieran llegar
cuanto antes al mar abierto para liberarse. Aquí leo, me relajo, reflexiono. Me invento el eco del campanario de espadaña que dejó de repicar. Me acaricia la brisa fresca que baja de las altas montañas. Miro la tierra que acoge bajo su suelo, epitafios in memoriam de antepasados y afirmo que es un paraje ideal para descansar eternamente, pero…prefiero no hacerlo.