Ni siquiera sé tu nombre
Nunca he sabido tu verdadero nombre. Has estado enmascarado tras un avatar de diseño. Una incógnita que no me importó porque detrás estaban tus cuidadas palabras. Precisas e inteligentes, casi aduladoras. Siempre respeté ese punto, considerando que formaba parte de un gesto prudente, que te preocupaba cuidar tu intimidad, que eras celoso de tus recónditas fisuras, que respondía a un no querer exhibir ni un ápice tu verdadera personalidad. Yo te entendía. Tú, como muchos, me consta que no te sientes cómodo en un escaparate, ni tan siquiera enseñando poco genero. Te divierten más las vitrinas de los demás. ¡Pobre cuitado! ¿Acaso no sabes que serán los otros los que se encargarán de desvelar tus confidencias? Si. Aquello confesado con franqueza lo verás repetido tarde o temprano en boca de otros. Cierto que a veces por inconsciencia, otras por ingratitud y la mayoría por desquite. Esas son las bajas pasiones humanas a flor de piel. Y hete aquí que sé muchas cosas de ti, al margen de las q