Debajo de un silencio
Ella, en muchas ocasiones, le había ofrecido a mi mujer que si se acercaba a su pueblo, las puertas de su casa las tendría abiertas y que un plato de buena comida y un buen vino no le faltaría. Insistió tanto que aquel verano decidimos visitarla y previo aviso organizamos una escapada. Atravesamos la península de este a oeste, disfrutando, sin prisas, de un paisaje que no conocíamos. Al llegar al destino nos pusimos en contacto con ella, pero al parecer, ese día no era el adecuado para recibirnos. Se disculpó con una excusa que a mi me pareció baladí y quedó en llamarnos. Mi mujer y yo descansamos en el hostal. Por la tarde salimos a visitar los alrededores. Al día siguiente, nos mantuvimos en una prudente espera, sin recibir llamada alguna. Mientras nos fuimos a recorrer el entorno, disfrutamos del paisaje, de la vegetación, de la riqueza forestal, de los campos de viñedos, de las rocas pulidas por el viento, del clima fresco que nos dio un respiro en aquel verano caluroso. Al día sig