De nada sirve mirar para otro lado
Versión de un texto DE NADA SIRVE MIRAR PARA OTRO LADO Al abrir la puerta la estancia despedía un olor denso de aire caliente y falto de ventilación. Allí, en el suelo, estaba Elena. Se acercó a ella y observó su ropa empapada en orines y apestando a vino. Llamó a su marido para que la ayudara a levantarla, como tantas otras veces. Mientras, mojó una toalla que puso sobre su frente para despertarla. En esta ocasión no reaccionó. Su tez cérea, su piel fría y la falta de reflejos, auguraban un mal presagio. Llamó a urgencias. El desorden era manifiesto. El ruido de la cisterna perdiendo agua se mezclaba con el sonido de la televisión en marcha. Toallas sucias sobre la bañera y en un rincón del suelo una bolsa de plástico con residuos amontonados. En la cocina los platos sin fregar. Sobre los fogones una olla de caldo con lunas de grasa en la superficie y una sartén con restos de refritos. En la mesa, botellas vacías de vino barato. Los ceniceros repletos de colillas. Ella, que ahora ya