La horma. Paradojas
Vivia marcada por el fracaso. Aprendiendo a no castigarme, a conocerme mejor y a convencerme de que no todo lo que me llegaba era para hacerme daño y que no debía atacar para defenderme. _¿Por qué temía lo que no era y lo que era me dolía tanto? _¿Qué fantasmas dañinos acosaban mi pensamiento? En constante contradicción, sin descanso interno, en soledad, intentando crecer para no sucumbir de angustia, progresar, buscar el equilibrio, así transitaba. Si no sabía entenderme a mi misma difícilmente sabría entender al mundo. Un día creí haber encontrado la horma de mi zapato. Todo parecía presagiar cordialidad y avenencia. Carecía de autoestima, pero a ella le sobraba. Yo era presa fácil, pero ella me protegía. Era insegura pero ella parecía firme. Iba a la deriva, ella era el rumbo. Necesitaba guía, ella era brújula. Me dejaba querer, me regalaba los oídos, me aplaudía, me alababa, me elogiaba, me estimulaba, me animaba, me repetía lo bien que hacía todo. ella, ella, ella, ella. Me lo