Recordar la lección que la naturaleza nos da.
Cuida el planeta.
Una verdadera pesadilla que me ha retenido en casa más de lo que creí y aún sigo por miedo, por prudencia, por responsabilidad conmigo y con el entorno. Qué época tan extraña nos ha tocado vivir.
Decepcionada con las actitudes de la gente, con la violencia que se destila, con el desborde de lo peor que tiene la naturaleza del ser humano, demasiado charlatán, mucho timador (cada semana recibo 6-7 correos intentando timarme), farsantes, embusteros... y además no tengo más que ver lo que cada dia leo en las redes, mucho charlatán escudado detrás de cobarde seudónimo.
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| Homo homini lupus est |
Me quedo con la paz de mi vida, de mi casa, de la gente de bien, acompañada y feliz mirando a los mirlos que se acercan a mi ventana cada dia y a los que les he cogido cariño.
Os comparto historias de estos mirlos, pequeños seres que me rodean pero grandes, grandes, porque son capaces de dar un toque de alegría a la vida.
Un mirlo vino a mi ventana en el mes de abril al principio del confinamiento, de la misma manera que volví a ver a las urracas, los pajarillos, las tórtolas, que hacía mucho tiempo que no se veían.
A finales de Julio desapareció.
Construí una casa nueva (un chalet adosado con porche). Y nada. No venía.
Durante este tiempo dejé siempre comida y agua.
Hasta primeros de septiembre que apareció el mirlo extenuado, inmóvil, parecía enfermo y solo. Era muy extraño verlo tan quieto en su casa, reposando en mi ventana.
Poco a poco se ha ido recuperando y viene cada dia varias veces. Come descansa un rato y se vá. El dia 11 de septiembre volvió acompañado de una hembra. ¡Una gran sorpresa!
Y se han añadido al banquete un par de gorriones cabecinegra: Tom y Jerry
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Qué será que me parecen más inteligentes, más fieles, más alegres, más fiables, estos negros mirlos que ciertas personas.
