Esta mañana me dispongo a escribir con palabras comprometidas, veraces, sin palabrería, en aras de la libertad y a la justicia. No voy a engañar. Voy a ser clara en honor a la verdad.
Recuerdo tu insulto verbalizado en un momento tan delicado para mí y creo que sería mejor dejar el borrador de notas en blanco, porque reflejaré tus maldades, las vuestras, la de esos personajes vergonzosos que sois, convulsos, violentos, interesados y egoístas. Fantasmas que os movéis en un mundo sembrado de...
Y a ti, faltona de lengua viperina, maleducada e insolente, merecerías que la vida te devolviera como un bumerán, la bilis que rezumaste insultándome delante de tu abuela de cuerpo presente el dia que nos dejó.
La soberbia es la rabia del impotente y para que te respeten debes de respetar.
Y ni tú ni los tuyos ese dia lo hicisteis. No tienes perdón. Ninguno de los tres que ni siquiera os habéis disculpado, tenéis perdón.
Niñata, carga con el peso de tan nefasto momento, aunque como se a quien te pareces, puedo decir que, como ellos, no tienes conciencia.