Mi mirada recorre tu interior ultimando los detalles. Compruebo estés bien. Tu zona flexible dispuesta a sorber para llenar tu deposito.
Tomo tu cuerpo con delicadeza para deslizarte sobre el papel con suavidad, no quiero lastimar el tesoro dorado que encabeza tu figura.
Escribo:
"el insulto de una ordinaria delante de su abuela muerta".
No respondes.
Te agito con cuidado de no emborronar el cuaderno recién estrenado.
No respondes.
No respondes.
¡Qué grande eres, amiga! Entiendo tu mensaje:
"deja a un lado las historias tristes de familia que son historias de dolor."