Observo fenómenos raros en mi estudio. Dejo mis escritos impresos encima de la mesa y cuando regreso los folios han desaparecido. A veces los encuentro metidos en un cajón, sin recordar que fuera yo quien los hubiera dejado. Cuando me pongo a leer, el ordenador en vez de quedar en reposo por no tener actividad, se apaga. Si de nuevo lo abro para reemprender la escritura, o tarda en abrirse un desespero o el teclado no responde o simplemente no se abre. Como si no quisiera saber nada de mí. Si me pongo a leer en alto, el peluche que me regaló mi hija, se lleva las manos a la cabeza tapándose los oídos. Hace como mi marido cuando le recito mis versos y le pido opinión. Creo que ha llegado el momento de reconocer que lo que escribo no interesa. No tiene calidad. No me gusta ni a mí. Se que es difícil tratar de dar un soplo de vida al cuerpo virgen de un Din A4 en blanco y como dijo Hemingway: “La papelera es el primer mueble en el estudio de un escritor”. Por eso tal vez haya llega...
Anna Jorba Ricart es Aurora Hildegarda. En el límite de la realidad y de la ficción. Tu espacio para descubrir autenticidad.