Estaba acostumbrada a tomarlo desde que su madre le mezclaba una cucharadita en un vaso con una yema de huevo, para alimentarla.
Se sentó al lado de la ventana y en la mesa aliada y testigo de sus conversaciones.
Sobre ella dejó la estilográfica que le había comprado de regalo en su viaje de fin de curso a Estambul.
Y esperó, esperó, esperó...
Ya no recibiría los cálidos versos que le dedicaba en cada cita.
Si él fue para ella era su primer amor, ella para él una de tantas.
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